No me gusta el gentío.
No me gustan las multitudes.
No me gusta el bullicio.
No me gusta el atochamiento.
No me gustan los empujones.
No me gustan los gritos.
No me gustan esos olores.
Pero estoy aquí.
¿Por qué?
No recuerdo ya en que estaría pensando cuando se me ocurrió venir.
¿Cómo llegué?
Tampoco lo recuerdo, parece como si hubiera aparecido aquí.
La gente camina en todas direcciones y habla,
algunos todavía andan con un maletín, otros con una mochila,
ellas con cartera.
La mayoría simplemente andan con las manos vacías.
Muchos tienen un vaso en las manos.
Otros derechamente una botella.
Algunos bailan solos, otros acompañados.
Hay parejas de sexos variados y distintos.
La vestimenta es oscura, sin mucho colorido.
La excepción es aquel obeso de tez oscura y camisa roja.
Parece feliz entre los demás y habla casi con alaridos,
ríe muy fuerte y el sudor su camisa moja.
Volteo la vista, me molesta esa visión,
y esa mujer, es muy extraña, insulta con su presencia,
pelo rojo, salmón, café, que se yo,
y porque tanta pintura en el rostro, casi parece plástico.
Viste muy mal, como ignorando los kilos en exceso,
me miró, viene hacia acá, derecho a mí,
balanceando entre las mesas su sobrepeso,
¡¡Por favor que no use ese maldito perfume que me espanta!!
Me siento mareado, el sudor me moja las manos,
creo que también la frente, aunque la siento helada,
debería salir corriendo de este lugar, quiero estar sólo,
pero las piernas no me responden, están al piso clavadas.
Me siento en una esquina, protegido detrás de un vaso de licor,
la espalda a la pared, aunque preferiría estar al revés,
para no tener que mirar a nadie, para sentirme al menos la ilusión de soledad,
mi vista perdida en el vacío, mis pensamientos luchando por huir.
Y observo, observo como se divierten, observo como se ríen,
observo como deambulan, observo como se saludan y se despiden,
observo como el bar va quedando sólo, observo como comienzan a asear,
me levanto de mi rincón, cruzo el bar y me despido, para siempre.
Mañana buscaré otro horizonte, mañana buscaré otro trabajo,
las noches tras la barra me han agotado, me han reventado algo en mi interior.
Me levantaré y habré olvidado este incidente, me dirigiré nuevamente al bar
y comenzaré la rutina de la incómoda multitud, como lo hecho los últimos años.
Y sentiré náuseas, muchas náuseas,
entre los olores corporales y los olores de perfumes baratos,
entre el olor de los ceniceros y los restos de licor,
el hombre tras el bar, solitario tras el bar, sufrirá otra noche más.
Acuático (... Mirando con lástima desde su pecera...)
Incómoda multitud
septiembre 11, 2006Publicadas por Acuatico a las 10:38 p. m.
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