Aquel día se veía tan lejano,
aquella hora que no quería llegara nunca,
sabía que no me era posible detenerla,
una puerta se cierra, el mozo me trae la cuenta.
“Su consumo señor”:
un año de amores perdidos,
setecientas llamadas telefónicas,
veintidós cartas que nunca se enviaron.
“Su cuenta señor”:
cabellos blancos en sus sienes,,
mil arrugas alrededor de sus ojos,
el permanente ceño fruncido.
El bajativo por cuenta de la casa,
puede elegir entre un dolor de espalda,
varias noches de insomnio,
o una fotofobia alucinante.
Me levanto tambaleante, aún confundido,
un par de monedas sobre la mesa,
una mirada de hielo al mozo que sonríe,
y salgo por la puerta con vidrios de colores.
¿Qué hago ahora parado en medio de la calle?
¿La mantengo en el doloroso recuerdo o intento olvidarla?
¿Cómo pudiera si se introduce en mis sueños y pesadillas?
- Demasiadas preguntas…
- una luz prendida…
- entraré en ese nuevo bar.