El látigo invisible del tiempo golpea mi espalda,
la atraviesa, la parte en dos, lacerante herida.
El tiempo se acaba, he dado vuelta el reloj,
la arena cae del cielo sobre mi pesar.
Casi no puedo moverme, mis brazos ya no responden,
inmóvil, las piernas entumecidas, los ojos entornados,
con un brillo mortecino en el fondo de las pupilas,
suficiente para escribir las últimas líneas.
Los cuchillos brotan de mis dedos en punzantes calambres,
temblorosas mis manos no sostienen la copa
y el vino derramado avanza violáceamente sobre el papel
esparciendo la tinta alrededor de cada palabra.
¿He dejado mis cosas arregladas? Mentira !!!
Nada ha quedado solucionado y la deuda se clava
sobre mis hombros queriendo separarlos del cuello
por donde caen las gotas del sudor de mi cabello desordenado.
Dicen que los hombres no deben derramar lágrimas,
pero una gota se desliza entre las comisuras de mis arrugas,
dejando una estela que arde sobre la piel,
ácido corrosivo del recuerdo de mucho tiempo, no recuerdo cuanto.
Apoyo mi cabeza sobre el respaldo del sillón,
sueño con colores y una cabellera suelta,
pero el dolor me despierta recordándome mi realidad.
Escribo estas últimas líneas e intento volver a soñar.
la atraviesa, la parte en dos, lacerante herida.
El tiempo se acaba, he dado vuelta el reloj,
la arena cae del cielo sobre mi pesar.
Casi no puedo moverme, mis brazos ya no responden,
inmóvil, las piernas entumecidas, los ojos entornados,
con un brillo mortecino en el fondo de las pupilas,
suficiente para escribir las últimas líneas.
Los cuchillos brotan de mis dedos en punzantes calambres,
temblorosas mis manos no sostienen la copa
y el vino derramado avanza violáceamente sobre el papel
esparciendo la tinta alrededor de cada palabra.
¿He dejado mis cosas arregladas? Mentira !!!
Nada ha quedado solucionado y la deuda se clava
sobre mis hombros queriendo separarlos del cuello
por donde caen las gotas del sudor de mi cabello desordenado.
Dicen que los hombres no deben derramar lágrimas,
pero una gota se desliza entre las comisuras de mis arrugas,
dejando una estela que arde sobre la piel,
ácido corrosivo del recuerdo de mucho tiempo, no recuerdo cuanto.
Apoyo mi cabeza sobre el respaldo del sillón,
sueño con colores y una cabellera suelta,
pero el dolor me despierta recordándome mi realidad.
Escribo estas últimas líneas e intento volver a soñar.
Acuático (… con una pecera cada vez mas oscura…)